ARCO 2020

El 13 de Enero de 2017, a los 48 años, el escritor, crítico musical y pensador Mark Fisher decidía quitarse la vida en un acto último de llevar hasta las últimas consecuencias aquella pregunta que nos lanzaba desde uno de sus más conocidos textos, “Realismo capitalista. ¿no hay alternativa?”.

Para Fisher no la había, y a lo largo de diez años entre artículos en revistas, entradas en su blog o publicaciones en diversos medios no había estado escribiendo más que notas sobre la depresión y anuncios velados sobre su futuro plan de escapada de este mundo, como su admirado Ian Curtis. Aquí están los hombres jóvenes, con el peso sobre sus hombros. 1

Tal y como Fisher escribía en “La lenta cancelación del futuro”, ese peso sobre sus hombros tenía mucho que ver con ese incompleto de la modernidad, con el impulso progresista de las vanguardias hasta un punto de no retorno, un bolsón, un vacío, un no lugar desde el cual ya no podemos avanzar más.

En el marco de este texto, marcado por la influencia de Bifo, Fisher introduce el concepto de hauntología que Derrida acuñó en su libro “Espectros de Marx”. Asediar no quiere decir estar presente, y es preciso introducir el asedio en la construcción misma de un concepto. Según esta concepto o juego de palabras con la noción de ontología, Fisher nos dice que “todo lo que existe es posible únicamente sobre la base de una serie de ausencias, que lo preceden, lo rodean y le permiten poseer consistencia e inteligibilidad”.2

Asi la hauntología no sería otra cosa que la manera en la que los espectros de otros tiempos van construyendo la propia noción de ser en este momento, no como una nostalgia, ni como una relectura tal y como se hiciera en ciertos discursos y manifestaciones postmodernas en los ochenta, sino como una investigación en los vacíos que el proyecto moderno dejó, el todavía no de los futuros que el modernismo popular nos preparó para esperar pero que nunca se materializaron.
Deseo de ser forma se concibe como un proyecto de diálogo entre los trabajos de Pablo Capitán del Río y Javier Pividal. En las obras de los artistas presentes en este proyecto de la galería Artnueve se pone en juego un desplazamiento de tiempos, una confluencia con los espectros de aquello que nunca pudo llegar a formalizarse. Como escribía Fisher, se cristaliza un deseo de ser forma, sobre el que se construye una lógica de un presente incierto como el nuestro.

El trabajo de Pablo Capitán del Río subvierte la idea de lo científico como motor de progreso para, a partir de sus investigaciones sobre diferentes fenomenologías de lo natural, construir objetos y elementos cuya apariencia esquiva una definición conceptual, asediando la forma, orillando en ese lugar otro que muchas veces no pertenece al de la lógica, sino al propio de la poesía o la patafísica, buscando la extrañeza de lo cotidiano. Doblar servilletas puede servir como un acto constructivista.

Como si de un hiato entre lo real y lo simbólico en el que se construye la producción artística contemporánea se tratara, el trabajo de Javier Pividal reflexiona sobre la propia visibilidad del lenguaje, su transparencia y opacidad, así como su temporalidad, persistencia o caducidad, a partir de construcciones escultóricas, imágenes e instalaciones en las que las referencias a diferentes pensadores, poetas y cineastas van tramando una compleja celosía llena de interrogantes y vacíos. ¿Por qué durar es mejor que arder?.
Número y lenguaje, formas y vacíos, expectativas y proyecciones configuran un territorio de trabajo en el que se ponen en juego las producciones de sentido que determinan el panorama de un tablero habitado por los fantasmas de aquello que pudo ser y no fue, un futuro presente, un pasado por reactivar.